viernes, octubre 14, 2005

Chant IX: Dedication

Todo este canto va dedicado a una persona. No es necesario que diga quién: ella -la persona- ya lo sabe. Discúlpame si en algún momento me desvío del tema central...pero intentaré tratar el tema que tenemos entre manos. Veamos.

Es más que complicado analizar la situación actual de lo que hablamos. Para empezar, no he estado presente -como es lógico- en la mayoría de las conversaciones entre ambas partes. Llamémosles...Sturm y Kitira -no por nada en especial: han sido los primeros nombres en ocurrírseme.

Iba a resumir todo lo ocurrido, pero como esto es más una carta dirigida que otra cosa, no veo necesario hacerlo.

Ayer, o antes de ayer, o hace muy poco, reflexionaba yo mismo sobre estos temas. Como casi siempre. Ya me parecía monótono, aburrido...siempre las mismas preguntas, siempre las mismas respuestas.

¿Qué siento?

No lo sé.

Despejando incógnitas, llegué a la conclusión de que...¿qué importa lo que sintamos? Mejor dicho, ¿por qué nos empeñamos en darles nombres a sentimientos abstractos inherentes al hombre? ¿Dónde está la frontera? Puedes decir: "Soy feliz". Pero siempre habrá algo que te haga infeliz. Es posible que lo omitas, o incluso que lo olvides, pero nunca serás cien por ciento feliz. La felicidad es...eso, un sentimiento. Las personas ni inventaron los sentimientos, ni saben cuando acaba uno y comienza otro. Por ello, es estúpido inventir horas de pensamiento en intentar poner orden a algo tan desorganizado y caótico como lo que sentimos.

Porque los sentimientos no son más que caos. Podemos usar nuestra parte racional para ordenarlos, pero esto no nos lleva más que al "¡Estoy hecho un lío!" o "¡Ya me cansé de emparanoiarme!". ¿Por qué, simplemente, no actuamos conforme a lo que sentimos, en vez de intentar saber qué es eso?

Por supuesto, esto es algo infinitamente difícil, aparte de prácticamente imposible debido al afán humano de comprender todo. Además, si aplicáramos eso al pie de la letra volveríamos a las cavernas, y luego a los árboles, re-convirtiéndonos en ánimales guiados por instintos.

Entonces, ¿cómo equilibrar el escuchar nuestros sentimientos con la capacidad de razcocinio? Acabo de decirlo. En la pregunta.

Escuchando nuestros sentimientos, simple y llanamente. "¿Pero...esto qué significará?" "Que ya no sientes lo mismo." "¿Pero QUÉ no siento ya igual?" "No importa el qué, pero ahora es con menor fuerza".

Escuchar nuestro corazón suena algo de película Disney, o fábula para niños, pero es algo importante a la par que difícil. Algo que muchas veces olvidamos. ¿Por qué lo olvidamos? No lo sé. Imagino que queremos estar siempre seguros de lo que hagamos, sin riesgos. Pero la vida es aventura. Escuchar y actuar. Escuchar y actuar. Todo se basa en eso.

No me malinterpreten. Solo hablo en temas de sentimientos -miedo, amor, amistad-. No recomiendo actuar precipitadamente en la vida común...mas ese es otro tema.

Para ti, a quien va dirigido toda esta tontería: el mundo cambia. Las personas cambian. Y no me refiero solo a la persona en si...me refiero también a la imagen que tenemos de las personas. Es posible que, teniendo una imagen perfectamente hecha, esta empiece a variar. Nos preguntamos "¿por qué cambia?". No queremos que cambie, estamos a gusto con ella.

Y nos encontramos ante un dilema. Por una parte, podemos permanecer pensando "¿qué ha cambiado? ¿me he equivocado en algo? ¿qué siento respecto a él? ¿qué quiero hacer ahora?", intentando dar nombre y apellido a un sentimiento indescriptible. Por otra lado, podemos escuchar nuestros sentimientos.

"Le quiero". En ese punto puede aparecer, otra vez más, un dilema. Primero, es posible que se nos ocurra pensar "¿para qué le quiero? Es decir, ¿a dónde quiero llevar esto?". Sin embargo, también podríamos llegar a decirnos "Sí, le quiero. Tal vez no le pueda tener como siempre había deseado, pero le puedo tener como siempre lo he tenido".

Como alguien muy sabio dijo alguna vez, "Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace".

Imagino que...todos deberíamos aprender a escucharnos un poquito más a nosotros mismos.Después vendrá escuchar a los demás, pero ese es otro tema...

Yo he de irme. Qué desgracia, ¡he escrito parrafadas sin decir nada en realidad! Terrible. Pero bueno, he escrito algo al fin y al cabo, y me alegra. Y con mucha suerte, tal vez haya ayudado a una amiga...lo cual me alegraría aun más.

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Est sularis oth mithas

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